El Sant Jordi de Nombeko y Manolita
XAVI AYÉN / JOSEP MASSOT / Barcelona / LA VANGUARDIA / 24 de abril de 2014
Las protagonistas femeninas de Jonas Jonasson y Almudena Grandes, las más deseadas del día del Libro
La actriz Bella Agossou encarnó a Nombeko, la protagonista de La analfabeta que era un genio de los números
OTRA CAMPANADA La editorial de Isabel Martí ya lleva tres años consecutivos en el podio de Sant Jordi
JONASSON, DESDE GOTLAND “El próximo pollito que nazca en mi granja será bautizado como Sant Jordi”
¿Puede una analfabeta triunfar en la fiesta del libro? Sucedió ayer, en el ranking de ventas en catalán de Sant Jordi, con L’analfabeta que va salvar un país, del sueco Jonas Jonasson (La Campana), número uno de la clasificación, como ya le sucedió hace dos años con su abuelo centenario que se escapaba por la ventana de una residencia. En castellano, fue otro personaje femenino fuerte, la Manolita de Almudena Grandes, el favorito de los lectores, que compraron con entusiasmo Las tres bodas de Manolita (Tusquets), una historia de resistentes en los años 40 y 50 ambientada en Madrid.
Desde la casa-granja en que reside en Suecia, donde unos problemas de salud le impidieron acudir a Barcelona, como tenía inicialmente previsto, Jonasson hizo llegar este mensaje a La Vanguardia: “Con lectores así, ¡siempre hay esperanza! Brindaré con cava en Gotland por tanta gente entusiasmada, los editores y mi agente, todos presentes en mi ausencia. Prometo que el próximo gallo o gallina que nazca en esta granja se llamará Sant Jordi”.
La editorial independiente La Campana consigue, por tercer año consecutivo –tras la primera novela de Jonasson y el Victus de Sánchez Piñol–, el cetro de Sant Jordi, infligiendo de nuevo una derrota a los grandes grupos. La editora, Isabel Martí, ideó esta vez una estrategia que consistía –a falta de autor– en que la protagonista, Nombeko, firmara libros, encarnada en la actriz Bella Agossou, que se define como “una negra catalana, muy parecida a Nombeko, que es una negra sueca. Como en el libro, hoy todo sucede muy deprisa y no hay ningún plan”. La acompañaba, vestido de conejo rosa, el actor que hacía de Allan, el abuelo centenario de la primera novela. Otros disfraces exitosos fueron el de Gerónimo Stilton –que también firmaba– o los personajes disfrazados de miquelets, los milicianos catalanes austriacistas, para arropar las muchas novedades editoriales en torno a 1714.
Almudena Grandes, una habitual de Sant Jordi y aficionada colchonera, aseguraba ayer: “Es la primera vez que gano en Sant Jordi. El Atleti no pudo ganar al Chelsea pero Manolita sí, y estoy muy contenta. La gente tenía muchas ganas de fiesta, he visto las calles llenas desde primera hora. Me ha impresionado la maravillosa acogida a esta obra que sucede en Madrid”. Se siente respaldada por los lectores, pues “siempre que publico una entrega de esta serie tengo que vencer una oposición, me dicen que ya está bien de tanta Guerra Civil, pero es que la gente cree que la Guerra Civil dura hasta el destape, porque la acción se desarrolla en los años 40 y 50”.
Grandes se negó a firmar ejemplares en la Fnac, en solidaridad con los trabajadores en huelga. Otros autores, como el norteamericano Mark Z. Danielewski, autor del libro de culto La casa de hojas, se apiadó de las personas que hacían cola con un ejemplar de su obra en las manos, y se dirigió a ellos para, de pie, irles firmando uno a uno. Argumentó: “Yo no soy de aquí, no conozco el conflicto laboral, y además es gente que ni siquiera debe haber comprado el libro en la Fnac ahora, porque se ve que los tienen muy usados”.
El efecto García Márquez se notó, pero no cobró las dimensiones que algunos habían esperado, pues, según los libreros, “a muchos puntos de venta no habían llegado sus libros, hubo más demanda que oferta”, a pesar de que Penguin Random House había hecho un esfuerzo para que 200.000 ejemplares adicionales de sus obras estuvieran en los puntos de venta.
Amazon hizo pública una lista de los libros electrónicos más descargados, encabezada en catalán por el thriller Perduda de Gillian Flynn y la novela de Jonasson, y en castellano por Cien años de soledad de García Márquez y el Capitán Alatriste de Arturo PérezReverte. Pero la novedad tecnológica de la jornada la protagonizaron Federico Moccia y Rafael Nadal, en un encuentro literario que tuvo lugar en la Apple Store de paseo de Gràcia. El superventas italiano y el catalán firmaron sobre tarjetas de iTunes, el soporte en el que los lectores se habían descargado sus libros digitales, aunque lo ideal sería que los autores puedan llegar a firmar sobre el propio libro digital, es decir, sobre la tableta.
Care Santos firmaba, en honor del título de su libro, Desig de xocolata (Proa), con una tinta color cacao. Donna Leon aprovechó para abastecerse de frutos secos y miel en su puesto favorita de la Boqueria.
La tradicional lista de las nuevas promesas de las letras catalanas que realizan Núvol y Catalunya Ràdio, incluyó a Joan Todó, Yannick Garcia, Alba Dedeu, Sergi Pons Codina, Gemma Casamajó, David Gálvez, Albert Pijoan, Maiol de Gràcia, Quim Soler, Gemma Casamajó, Albert Pijoan, Lluís Calvo y Alba Sabaté.
En los ojales de americanas y vestidos triunfó la pegatina de Òmnium 9 N. Votar és normal. Màrius Serra añadió una llamativa camiseta con el lema “Vull Butà” y la imagen de una bombona de butano. “Es un homófono que no sirve para Lleida o las terres de l’Ebre”, decía junto a Jaume Cabré, que firmaba Jo confesso en catalán, francés y alemán. “Ha venido una japonesa para que le firmara el libro en catalán”.
Sergi Pàmies firmaba ejemplares de Cançons d’amor i pluja a un ritmo constante. Tanto él como Enrique Vila-Matas constataban la moda que empezó hace unos años y que ahora ya es hábito. “Además de la firma, quieren una foto con el autor, una selfie”.
Los traductores, cansados de que se ignore su trabajo, reclamaron visibilidad y en el paseo de Gràcia firmaron libros traducidos por ellos. Su trabajo es esencial para que la literatura viaje. Como el ejercicio que ha tenido que hacer López Guix con la traducción del Tristram Shandy en cómic de Martin Rowson.
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